Te puede interesar:
Contenidos del post
La irreverente Polly Matzinger
Es paradójico y hasta irritante que lo más irrelevante y menos trascendental de su vida sea una de sus etiquetas más reconocida mundialmente: Sí, perteneció al club Playboy de Denver entre 1968 y 1970, y sí, se fotografiaba desnuda o vestida de conejita. Nada más que decir al respecto.
La curiosidad científica
Una anécdota relata que, mientras hacía de mesonera en un bar cerca del campus de la Universidad de California, participaba frecuentemente en las discusiones sobre ciencia y biología que sostenían los investigadores asiduos al bar; e incluso, con frecuencia, ponía en aprietos a estos científicos con sus incisivos comentarios o cuestionamientos, por lo que algunos de ellos la incentivaron a que completara su formación como bióloga investigadora; y así fue como obtuvo su grado en la Universidad de California, en Irvine, el 1976.
Completó su formación al obtener un PhD en Biología en la Universidad de California (San Diego), y luego realizó su pasantía postdoctoral en la Universidad de Cambridge (Reino Unido). Durante muchos años, dirigió nada más y nada menos, que una sección del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH).
La teoría que comenzó con su perro
Otra anécdota, cuenta que, en una oportunidad se encontraba con su perro pastor cuidando un rebaño de ovejas, este perro (como todos los de su raza) era muy eficiente defendiendo a las ovejas del ataque de otros animales extraños, principalmente lobos, pero en ese momento el pastor se alertó por unos balidos extraños emitidos por una oveja en particular y los reconoció como una señal de peligro, de inmediato se dirigió al rebaño y ejerció sus funciones de vigilante y defensor. Efectivamente, la oveja estaba enferma y gracias a este reconocimiento del peligro por parte del perro pudo ser atendida.
Sabemos que si eres médico o biólogo (o peor, inmunólogo) debes estar profundamente excitado.
Polly Matzinger, a diferencia de su colega de siglos anteriores, no dijo «Eureka«, pero este episodio le sirvió para establecer los pilares de la que fue llamada «Teoría del Peligro» del reconocimiento inmunitario.
Y como parte de su irreverencia, con razones de sobra, decidió publicar sus hallazgos y su nueva teoría en una revista de gran prestigio científico, abriendo un nuevo capítulo de descrédito a su ya bastante golpeada reputación (por lo de las conejitas). Y el rechazo fue por algo muy simple, Polly publicó su trabajo junto al investigador Galadriel Mirkwood; bueno, no era investigador, pero indudablemente tenía muchos más méritos que muchos coautores por obsequio, de los que tanto abundan. Ya sin más rodeos, Galadriel era su hermoso perro ovejero. ¿Alguien puede cuestionar que Polly es fascinante?
Acá el artículo (en inglés):
Journal of Experimental Medicine. 148 (1): 84–92
Esta «tremendura» le valió a Polly Matzinger el rechazo de la comunidad científica durante algunos años. No obstante, ante el cumulo de evidencias y lo atractivo de la nueva teoría, los inmunólogos finalmente le dieron cabida a sus postulados, recibiéndola y aceptándola como una autoridad en este campo de las ciencias biomédicas.
Errores de los antiguos paradigmas inmunológicos
Desde que se sentaron las bases iniciales de las funciones del sistema inmunitario, se estableció una de sus características fundamentales: la discriminación de lo propio y lo extraño. Esto significa que los diferentes elementos del sistema, tanto celulares como humorales, deben reconocer constantemente a los elementos corporales como inocuos o inofensivos pues son propios, y en función de esto, no deben generar respuestas de defensa frente a ellos. Por el contrario, se supone que este sistema de defensas debe protegernos y reaccionar frente a cualquier elemento extraño que nos agreda o invada, principalmente frente a los diversos microorganismos que nos circundan.
Evidentemente este paradigma fue insuficiente para explicar el comportamiento del sistema inmunitario en múltiples situaciones:
Alimentos y flora bacteriana digestiva
En nuestro sistema digestivo abundan elementos completamente extraños a nosotros, y no reaccionamos frente a ellos, por el contrario, los toleramos e incorporamos a nuestras funciones corporales; en este escenario se evidencia entonces como falla el postulado de «reaccionar ante lo extraño».
Enfermedades autoinmunes
Se ha observado también, como en situaciones de enfermedad (trastornos autoinmunes, por ejemplo) nuestro sistema inmunitario ataca directamente al propio organismo, generando graves daños. Nuevamente esto demuestra una falla del paradigma, pues no se cumple el postulado de «no reaccionar ante lo propio».
La explicación científica detrás de la «teoría del peligro»
El modelo del peligro de Polly Matzinger puede considerarse una extensión del paradigma, pues incorpora a la discriminación de propio y extraño, la discriminación de señales de peligro. En este sentido, postula que las señales de peligro, provengan de fuentes propias o extrañas, activarán al sistema inmunitario (tal como se activó Galadriel frente a la oveja enferma), mientras que la ausencia de estas señales de peligro evitarán su activación, independientemente de la presencia o no de un agente extraño.
Las investigaciones de esta científica y de otros investigadores, han permitido establecer los diferentes mecanismos moleculares y celulares que explican el modelo del peligro. No obstante, y como sucede en todas las ciencias (en esto estriba su belleza), el modelo está sujeto a cambio y evolución constante, adaptándose para tratar de explicar aquellas situaciones que rompen con sus postulados.
Acá el artículo original (en inglés):
Annu Rev Immunol. 1994;12:991-1045.
Te puede interesar:
Conclusión
Es injusto reconocer a Polly Matzinger solo por haber sido conejita de Playboy, o por poner a un perro como coautor de un trabajo científico. Pero es inevitable, y lamentablemente por lo delimitado y poco accesible del campo de la inmunología, su verdadera contribución universal a la ciencia médica estará expuesta a solo unas pocas personas. Para el resto del mundo, y con suerte, Polly solo será una científica loca más, irreverente y excéntrica. Poco importa, pues su personalidad madura no demanda ni fama ni gloria; y su sistema inmunitario reforzado por cientos de perros ovejeros, la protege de las agresiones externas y de las mezquindades humanas.